Desplazamientos




La palabra se superpone a la imagen, la imagen al sueño, el sueño al tiempo, el tiempo a la vida, la vida vuelve a la palabra...


La imagen

Vamos con mamá a la estación del tren que queda a unas cuadras de la casa a verlo pasar a la hora habitual: 4 de la tarde. Es una especie de excursión que mamá inventa de vez en cuando, que nos saca del tedio de la siesta y que nos excita como ningún otro juego. La tarde es soleada, huele a asfalto recalentado, pues pronto empezará la pavimentación de las calles polvorientas del pueblo. Yo reparo en las canecas incendiadas con el material que se han dispuesto a lo largo de la vía y siento como si estuviéramos atravesando una calle de honor. Oscar se mueve rápido, se nos adelanta, nos pide que vayamos más ligeros, está muy inquieto, pero mamá lo calma, a veces lo regaña, lo toma del brazo, le detiene su apuro y le muestra la hora en su reloj dorado. Estamos a tiempo todavía. Oscar insiste con la terquedad de siempre. Veo como, en su intento por zafarse del brazo de madre, se desprende una de las tirantas de su calzón corto. No digo nada, pero oigo, oímos los tres el pito del tren. Oscar se suelta corre, mamá corre tras él, Oscar cae. Se lastima una rodilla, llora. Yo alcanzo a ver el tren a lo lejos que pasa pero no se detiene en la estación. Mi hermano empieza a chillar, se tira al piso, se revuelca, mientras repite su grito desaforado: les dije, les dije, les dije…

La palabra

Detengo ahí la escritura, lleno de dudas: ¿serán suficientes esas palabras para dar cuenta de la historia, de su mensaje? ¿El lector podrá recuperar la imagen de los tres caminado por las calles polvorientas? ¿Acaso no debería anunciar desde el comienzo que somos dos niños pequeños, de apenas cinco años? ¿Y un niño de cinco años puede pensar en una calle de honor? ¿Es suficiente describir la inquietud de Oscar para entender que intuye lo que realmente ha pasado: que el reloj de mamá se ha detenido por alguna avería? ¿Tiene alguna función referir el olor a asfalto o es una sinestesia caprichosa? ¿Es el final un final eficaz o hay que narrar algo más? Decido abandonar el computador, me recuesto en el sofá, tratando de rescatar la imagen que ahora se me escapa y evade el cerco de la palabra, se deshace en mis parpados, cansado como estoy, vulnerable ahora a la invasión de imágenes absurdas que me llevan a un laberinto de calles polvorientas que tiene en su centro la estación del tren…

El sueño

Despierto justo en el momento en que Oscar lanza su mano al bello rostro de mamá y le rasga una mejilla con sus uñas. Ahora lo entiendo: había algo más que el recuerdo no alcanzó. El final es aún más dramático, tanto que la memoria lo ha bloqueado. ¿Qué siguió después? ¿Cómo reaccionó madre a la violación de su belleza? ¿Dejó alguna cicatriz el atrevido gesto de mi hermano? ¿Sufrió algún castigo terrible? Me levanto del sofá y tomo el teléfono…

El tiempo

El recuerdo no es exacto me dice mi hermano, ahora que le cuento mi intención de incluir la anécdota en mi biografía. No hubo tal rasguño, tampoco la pataleta, al menos no en esa historia. Estoy mezclando cosas, el tiempo deforma la memoria y ya no hay manera de recuperar lo vivido. Lo del tren no sucedió cerca de la casa, sino en un paseo a tierra caliente y no hubo drama. Éramos más grandes y al final sólo nos reímos…

La vida

Antes de volver al computador, me acerco a la ventana y veo la gente. Cuánta historia detrás de cada gesto, de cada mirada, de cada palabra. Pero, ¿acaso importan esas historias? ¿Qué nos pueden aportar al presente que ya en este instante es otra vez pasado? ¿Cómo nos pueden ayudar a diseñar un futuro siempre incierto, siempre contingente? Me siento atrapado en estas dimensiones estrechas de la vida. ¿Será eso lo que hay que expresar, lo que hay que escribir?

La palabra

… les dije, les dije, les dije. Mamá lo levanta bruscamente del suelo y Oscar lanza sus mano sobre la mejilla y la hiere con sus uñas. Estupefacto, veo correr sangre por el bello rostro de madre, mientras escucho el pito del tren que se aleja y el olor a asfalto recalentado se mete en mi cuerpo como una droga que me desvanece…